Jaime Luis Zapata
Hoy
en día está de moda el relativismo, la idea de que no existen verdades
objetivas sobre la belleza, el bien, la justicia, la cultura, etc. En este
texto me dedicaré a mencionar algunas contradicciones en que cae o tiene que
caer una versión especial de ese relativismo, y que me parece la más importante
de todas: el relativismo sobre la verdad o relativismo epistémico.
Podemos definir este
relativismo de la forma como lo hace John Searle: “El relativismo es la teoría
de que la verdad (o falsedad) de cualquier proposición es siempre relativa a
ciertos tipos de actitudes sicológicas de parte de la persona que afirma, cree
o de alguna manera juzga la verdad de la proposición.”
De inmediato nos
encontramos con un problema. Es imposible, siguiendo el relativismo, dar una
definición sobre cualquier cosa, ya que una definición implica una verdad sobre
lo que algo es. Una definición del
relativismo epistémico implicaría una verdad sobre lo que es el relativismo
epistémico; definir este relativismo sería imposible sin a la vez formular un
postulado que pretende ser objetivamente verdadero.
El paso siguiente
sería afirmar que esa definición es tan válida como la definición que asigna a
la verdad un valor objetivo y absoluto, es decir, una definición diferente
implicaría afirmar que el relativismo epistémico es todo lo contrario:
objetividad; el relativismo epistémico sería tanto considerar a la verdad como
un postulado absoluto como considerarla como un postulado relativo, ya que cada
quien tendría su definición o “verdad” sobre lo que es el relativismo. Esto es una
contradicción evidente, pues una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo, y
desde que se acepte la posibilidad de la verdad ya se renuncia al relativismo
epistémico totalmente. “La verdad es indivisible”, decía Franz Kafka.
Ahora bien, incluso
en el caso de que se afirmara que el relativismo es tanto sostener la
relatividad de la verdad como al mismo tiempo afirmar su objetividad, dicha
afirmación sería ella misma una definición que abarcaría a las dos definiciones
previas, una definición sobre lo que es, en todo caso, el relativismo.
Si avanzamos más en
este camino podríamos llegar a esta proposición: “la afirmación que dice que el
relativismo es sostener al mismo tiempo la relatividad y objetividad de la
verdad es igual a la definición que afirma que el relativismo es y no es
sostener al mismo tiempo la relatividad y objetividad de la verdad.” A partir
de aquí se puede ver que este tipo de discurso daría para entrar en un regreso
al infinito, lo cual es una falacia lógica.
John Searle hace una
objeción muy importante a este tipo de relativismo. Sostener la relatividad de
una afirmación que tenga pretensiones de verdad implica hablar de algo
existente, de algo que ya se dio o se está dando. Por ejemplo, si yo digo que
“la afirmación ir a pie es más lento que ir en automóvil es una afirmación relativa”
estoy ya presuponiendo no solo que existió o existe dicha afirmación, sino que
existe algo que llamamos ir en automóvil y algo que llamamos ir a pie, y mal
haría en negar algo cuyo nombre hace parte de mi afirmación relativista, y que
por tanto, acepto como dado y existente, esto es, el ir en automóvil y el ir a
pie. Por esto dice Searle: "Creo que la
situación con el relativismo es mucho peor que lo que los relativistas o
alguien más han dicho. El problema no es que simplemente no se puede sostener
de manera coherente el relativismo, el problema es que si eres un relativista
consistente no puedes sostener coherentemente nada."
Por último, la
crítica más clásica que se le hace al relativismo es la que se encuentra en
Platón y que dice más o menos así: sostener el relativismo en la forma “no
existe la verdad” es una contradicción. Si se afirma “la verdad no existe” esto
mismo es una verdad, invalidándose así el postulado.
Una consecuencia de
este relativismo es que la comunicación se hace imposible. Llegando yo a una
verdad no habría razón para que otro la acepte, a menos que dé argumentos de
por qué creo que eso sea verdad por lo menos para mí. En este caso podría
llegarse a un consenso intersubjetivo, donde los sujetos implicados acepten una
proposición de verdad pronunciada por algún otro sujeto. No obstante, si se
quisiera comunicar el que estas personas llegaron a un acuerdo, sería imposible
llevar a cabo esa comunicación sin al mismo tiempo decir una verdad: la verdad
de que se ha llegado a un consenso. Esto, a menos que se quiera pasar a afirmar
algo como “llegamos a un consenso de que llegamos a un consenso”; esto es, los
sujetos estuvieron de acuerdo en que estuvieron de acuerdo. A esta conclusión
se llegaría si se aceptara el subjetivismo de la verdad, es decir que la verdad
es producida por los sujetos y no le antecede a ellos. De aquí se deriva otro
regreso al infinito.
Otra consecuencia es
que se hace imposible, ya que no hay posibilidad de comunicación, que las
diversas sociedades aprendan unas de otras para mejorar el bienestar de su
población. Elementos como el Estado de Derecho, la propiedad privada, la
libertad de expresión, la tecnología o la medicina serían imposibles de
adoptar, a menos que uno acepte la verdad respectiva de estos elementos.
Seguirían existiendo o incluso proliferarían el chamanismo, la magia, la
superstición, los tabúes, etc, ya que este tipo de conocimiento no sería menos
digno de verdad que el derivado del método científico.
La única salida a
estos dilemas, tautologías y contradicciones del relativismo epistémico, sería,
entonces, escribir a lo posmoderno: tratar de obviar que existe algo así como
las reglas discursivas entre las cuales la más importante es el principio de no
contradicción. De este modo, se elude la responsabilidad frente al examen de la
razón, y lo más probable es que termine uno dando clases de deconstrucción o
biopolítica en alguna universidad.
Bibliografía
Searle, John. “Refutation of Relativism”. Sin publicar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario