jueves, 17 de enero de 2013

Roberto de la Torre M.: Estudio sobre nuestra circulación monetaria


Estudio sobre nuestra circulación monetaria
Roberto de la Torre Muñoz
Bogotá, 1899
Imp. de "La Crónica".-Joaquín Pontón E., Director
Este libro fue digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango
Edición para blog: Propiedad privada
(No se tienen datos biográficos sobre el autor. Cualquier información sobre esto se recibe agradecidamente en comentario al final del post)

El papel-moneda no entra en la circulación sino forzadamente, y si ella se extiende con rapidez no es porque se espere su reembolso, sino porque cada persona para vender sus efectos se ve obligada a recibirlo y tiene que emplearlo para hacer sus compras como única moneda corriente. Además, como el Gobierno al emitirlo lo admite en pago de las contribuciones, su circulación se extiende, pero únicamente en el radio del poder gubernamental, porque no teniendo ningún valor intrínseco, carece de valor dondequiera que no es reconocido como moneda.
Al hacer una emisión de papel-moneda en un país en donde existe el régimen monetario metálico, y al darle un valor nominal igual al de la moneda metálica, acontece que ésta sale inmediatamente de la circulación.
Con frecuencia habrá exportaciones de oro, que en busca de buen precio va al Extranjero, que causarán en el país la escasez de medio circulante, circunstancia por la cual se sentirá necesidad de nuevas emisiones que, si se efectúan, ocasionarán los mismos efectos, pero en mayor escala; y así seguirán dichas emisiones hasta el momento en que se acabe todo el metálico existente en el país y quede la circulación basada exclusivamente en el papel-moneda.
El Gobierno que ha hecho el cambio de sistema monetario no tendrá ningún escrúpulo en continuar con las emisiones, que aumentarán indefectiblemente la cantidad de medio circulante. El efecto que se producirá será el alza aparente de todos los precios, alza que continuará indefinidamente.
El comercio continuará, pues, quejándose de la escasez de medio circulante, y los pocos capitalistas que prestaban su dinero dejarán de hacerlo, porque en esa ocasión habrán sufrido alguna pérdida y porque naturalmente temerán que las emisiones continúen, lo que es casi seguro, porque una vez lanzada la primera, los males que se habían tratado de remediar con ella empeorarán, e indefectiblemente volverá el clamor por nuevas emisiones, las que a su vez causarán los mismos efectos perniciosos; a los que debe agregarse el hecho de que la mayor depreciación de la moneda legal disminuye considerablemente el valor efectivo de las rentas públicas y produce o aumenta la penuria fiscal, que el Gobierno a su vez quiere remediar obteniendo autorización para emitir papel indefinidamente.
"Desde que se estableció el curso forzoso, el Banco Nacional se convirtió en Banco de Estado, al estilo de la teoría de Law, quien sostuvo que sólo los Gobiernos debían fundar, poseer y administrar bancos de circulación, y que la emisión de billetes-moneda era industria lucrativa cuyo monopolio debe tener el Estado. Es la teoría del comunismo absoluto. El Gobierno tiene a su servicio toda la riqueza nacional representada en sus billetes de curso forzoso, y la sociedad vive en permanente crisis comercial, porque los precios y los cambios pierden su equilibrio, el crédito desaparece y los mejores cálculos yerran en su elaboración de riqueza y de ahorro. El trabajo es un lance, un juego en que se gana o se pierde a voluntad del Gobierno." Modesto Garcés.

A manera de prólogo:
Una tesis notable-La circulación monetaria
Rafael M. Merchán
El Heraldo
Bogotá, jueves 31 de agosto de 1899
La tesis presentada por el muy aprovechado joven D. Roberto de la Torre M. para optar al título de Licenciado en Comercio en el Liceo Mercantil, es un trabajo que honra tanto al que lo escribió como al acreditado establecimiento del Sr. Rueda. No es común que a la edad del autor se preocupe la atención con estudios áridos como el referido; falta la experiencia de los negocios, la visión dolorosa del porvenir de la patria, en el que va envuelto el porvenir individual; y faltan, además, las amarguras de la lucha por la existencia, que son las circunstancias que vuelven prematuramente reflexivo el espíritu versátil de la primera juventud.
Pero el Sr. de la Torre tenía en su hogar quien le hiciera mirar la vida por el lado serio, quien le señalara los problema que se van acumulando desde ahora para que los revuelva mañana la generación a que pertenece el recién graduado; y esta dirección, impresa naturalmente a su voluntad por su ilustrado señor padre, y desarrollada con maestría por el competentísimo educador Sr. Rueda, no podía menos de producir lo que con gusto contemplamos: una gran fuerza intelectual que comienza a exhibirse con vigorosas manifestaciones, y que en su día se hará sentir en el mismo o mayor grado que las de nuestro más notables estadistas.
Estudio sobre nuestra circulación monetaria se llama el trabajo del Sr. de la Torre, y ninguna materia podía ser más oportuna en los momentos actuales. Dos luces lo han guiado en su desempeño: la ciencia y nuestra historia económica. Comienza explicando los caracteres de la circulación monetaria y fiduciaria en general, y la del papel moneda en particular; señala la ofuscación de los que creen que aumentando las emisiones se pone remedio a la escasez de medio circulante y a la penuria fiscal, y llega a la conclusión de que las medidas gubernamentales son incapaces de impedir el cumplimiento de las leyes económicas, que regula el valor de la moneda lo mismo que el de las demás mercancías. Esto debería saberlo todo el mundo, porque la experiencia lo viene enseñando hace muchos años, y los libros lo propagan sin cesar; pero los empíricos que han traído la Hacienda de Colombia a tan mal traer como la vemos, hasta se han burlado de los libros, sin duda para que sólo leamos los que escriben ellos. ¡Qué lástima que cuando eran capaces de aprender, no hubieran tenido un profesor como Rueda, que les abriera los párpados del alma!
El capítulo II contiene la historia de nuestras desventuras económicas. Muchos autores las profetizaron desde el comienzo del curso forzoso, y se creyó entonces que exageraban. Pero más bien se quedaron cortos, según aparece de la concisa reseña del Sr. de la Torre, y lo sabemos todos.
En este punto nos permitiremos una pequeña rectificación, y es que la Ley 124 que promulgó el dogma de los doce millones, no es de 1889, sino de 1887, (13 de julio); pero esta ligera inadvertencia afecta poco los razonamientos del autor de la tesis, que son dignos de seria meditación.
En el Informe que el Ministro del Tesoro presentó al congreso de 1898, se lee (págs. 94 y 95 de los Documentos) que la circulación del papel moneda en 1° de julio de dicho año llegaba a $ 30.511,000; después se han emitido $ 9.100,000 más, lo que da un total de $ 39.611,000, cantidad muy aproximada al guarismo que presenta el Sr. de la Torre. En esta materia quizás no se llegue a conocer la verdadera verdad ni aun en el lejano día de la conversión, y el autor de la tesis lo advierte oportunamente: “No se sabe con seguridad, por ser insuficientes los datos oficiales publicados, a cuánto ascienda el papel moneda actualmente existente en circulación.” Puesto que ha habido emisiones secretar, y que se han descubierto billetes falsificados, ni el Gobierno mismo puede asegurar cuánto papel moneda circula.
Al estudiar los medios que pueden emplearse para regular la circulación del papel moneda, propone el Sr. de la Torre que se cierre de un modo absoluto la puerta a nuevas emisiones oficiales, que se permita a los bancos emitir, y que se faculte la libre estipulación. La conveniencia del primero de estos medios, es evidente; en cuando al segundo, todo temor de abuso desaparecería si se tomasen precauciones eficaces a fin de que ningún banco excediera la proporcionalidad que le corresponde según su capital y su existencia en caja; las visitas oficiales no realizan su objeto si no se practican en un mismo día y en una misma hora en todos los establecimientos de crédito, de modo que no puedan prestarse unos a otros sus existencias; de los bancos que existen actualmente no hay que temer esa trampa; pero de los que se funden en lo porvenir, nada puede asegurarse. Cuando a la libre estipulación, el clamor por ella es general, y tiene a favor suyo que en otros países sometidos también al curso forzoso, ha sido permitida sin causar desastres; bien podría una ley nuestra autorizarla temporalmente, digamos por un años, con facultad al Poder Ejecutivo de suspenderla si al cabo de ese tiempo se la encontraba perniciosa, o implantarla definitivamente en caso contrario.
No entraremos a examinar el plan de conversión que propone el Sr. de la Torre, porque no lo hemos meditado suficientemente, y en caso de que le encontráramos obstáculos, la exposición y discusión de estos requeriría más tiempo del que tenemos disponible. A primera vista nos parece aceptable; recomendamos su estudio a los especialistas en la materia. En lo que sí estamos de acuerdo es en que la conversión debe hacerse por oro, sin que sea dificultad insuperable que el Decreto 448 de 1886 haya asimilado el billete de a peso del Banco Nacional al peso de plata de 0,835; de oro es la moneda que tiene hoy a prevalecer en el mundo, sobre todo en las naciones con quienes más comerciamos. Argüir que es una moneda de lujo, superior a las fuerzas de los países pobres, es no decir nada; tanto valdría pretender que no calculemos por toneladas, por ser medida usada en naciones poderosas, y que sigamos usando la libra granadina. Es cierto que la moneda de oro puede emigrar para pagar nuestras importaciones cuando la exportación escasee; pero, por una parte, es artículo que el país mismo produce; la panela parece que puede llegar a ser mercancía exportable; el guarismo de nuestras importaciones puede disminuir si se da apoyo eficaz a ciertas industrias, como la de tejidos, cuyas fábricas, entre otras la del Sr. Izquierdo, con un anuncio de lo mucho que el país puede prometerse del esfuerzo de sus hijos.
Pero esto nos hace salir del problema monetario, y nos conduce al agrícola y al industrial; es que todos los problemas económicos son solidarios, y no se puede intentar la solución de uno, sin que los otros reclamen imperiosamente la suya. Aquí nos detendremos, imitando al autor de la tesis que ha motivado estas líneas, y queda cumplido nuestro objeto, que fue enviar una voz de aplauso y de aliento al Sr. de la Torre, como estímulo para él mismo y para la juventud estudiosa que sabe sobreponerse a las exuberancias de la edad y dedicar su tiempo a los grandes intereses de la patria.
***

Nuestra circulación monetaria
Tesis para obtener el título de
Licenciado en Comercio en el "Liceo Mercantil"
Presentada por
Roberto de la Torre Muñoz
Bogotá, 1899
Descripción, tomada de
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/economia/estudio-sobre-nuestra-circulacion-monetaria-1
“Después de establecer los fundamentos científicos sobre que descansan el servicio de la moneda y el del crédito, hace un resumen precioso de la historia y consecuencias del papel-moneda entre nosotros, y luego indica los medios que él cree convenientes para volver a un régimen normal de circulación monetaria.”

Contenido
Introducción
I. De la circulación monetaria y fiduciaria en general y de la del papel-moneda en particular
II. Circulación monetaria antigua y actual de Colombia
III. Medios que pueden emplearse para regular la circulación del papel moneda en Colombia
IV. Conversión

Introducción
El problema de la circulación monetaria, muy grave de suyo, cobra de día en día singular importancia y exige con apremio incesante mayor suma de atención. Las leyes sobre amortización del billete, que pudieran cumplirse, ahí se quedan, y las ofertas pomposas de los hacendistas regeneradores han ido pasando como la verdura de las eras. Entretanto, nuestra moneda se deprecia como por ensalmo.
Fáltale, para valer, uno de los elementos primordiales, que es la confianza en la palabra oficial.
Con la anterior concurre otra circunstancia no menos decisiva a reagravar la crisis. Ya se entiende que nos referimos a la baja de nuestra exportación, que, disminuyendo la oferta de valores en el Exterior, alza el tipo del cambio.
Esta situación alarmantísima afecta profundamente los intereses del comercio y la vida misma de las clases obreras.
Innumerables trabajos han visto la luz en los últimos años destinados a proponer remedios para esta situación, pero hasta ahora nada se ha hecho en el sentido de abrirle paso a la aspiración suprema de los industriales del país, que solo piden al Gobierno -en cambio de las contribuciones que le pagan- seguridad para el fruto de su trabajo y base fija para el valor de la moneda, única manera de hacer los cálculos que la industria requiere.
Entre estos trabajos nos ha llamado la atención especialmente el del Sr. Roberto de la Torre, a que sirven de introducción estas líneas, y que él presentó como tesis para finalizar sus estudios en el colegio del Dr. Manuel Antonio Rueda.
La exposición de los principios científicos en esta tesis está hecha con precisión y claridad completas, y las conclusiones a que llega tienen por base el reconocimiento de la libertad en el uso del crédito. No hay, en efecto, ni puede haber solución acertada que no se funde en el gran principio de la vida, que es la libertad.
“Obtenidos estos tres puntos -dice de la Torre: -1° prohibición de emitir; 2° libertad de emisión de billetes de banco, y 3° libre estipulación, se obtendría una gran mejora en el régimen del papel-moneda, que lo haría soportable mientras se estudia y se resuelve el importante y complicado problema de la conversión de nuestra moneda por la que sirve al comercio de los pueblos civilizados.”
Este último problema, que de la Torre analiza puntualmente al final de su tesis, no sólo requiere capacidad en el fisco para realizar la conversión, sino también el detenido estudio de la situación de muchas industrias. Más claro: es preciso calcular la conversión de suerte que esas industrias, sostenidas al favor de un alto cambio, el café por ejemplo, no padezcan una ruina repentina, que comprometería grandes capitales y la subsistencia misma de innumerables familias.
Empero, no sería difícil conjurar la nube si todos llevásemos al estudio de esta delicada cuestión el criterio imparcial y la suma de pacientes investigaciones que realzan el trabajo del distinguido joven liberal de la Torre Muñoz. A una edad en que la mayoría de los jóvenes apenas si se dan cuenta remota de los peligros de una situación preñada de dificultades, de la Torre aborda juiciosamente el asunto, constituyendo así una honrosísima excepción.
La grandeza de la Patria no es sino la síntesis de nuestras virtudes; su porvenir, la resultante de nuestros esfuerzas de hoy: breguemos por engrandecerla combatiendo el error con todas las armas de la razón y la ciencia. En esa lucha incesante por la verdad, por la justicia, toca a la juventud la gloría del triunfo, pero también toda la penalidad del esfuerzo.
José Camacho Carrizosa
***

Bogotá, 3 de julio de 1899
Sres. Miembros del Consejo.
He examinado detenidamente la tesis que ha presentado el joven Roberto de la Torre Muñoz para obtener el título de Licenciado en Comercio, y quiero daros sobre ella un breve informe.
El trabajo del joven de la Torre es un estudio muy concienzudo sobre nuestra circulación monetaria; de suerte que la tesis tiene hoy especialísimo interés, por ser el asunto el que más preocupa actualmente a nuestra sociedad y el que más llama la atención de los economistas en Colombia.
Después de establecer los fundamentos científicos sobre que descansan el servicio de la moneda y el del crédito, hace un resumen precioso de la historia y consecuencias del papel-moneda entre nosotros, y luego indica los medios que él cree convenientes para volver a un régimen normal de circulación monetaria.
Me abstengo de deciros los detalles del plan que propone el postulante para la conversión del billete nacional en moneda metálica, porque ahora mismo vais a oír su exposición; pero si quiero hacer constar, para honor del joven de la Torre, que su proyecto no está, en ciertos detalles de procedimiento, enteramente conforme con el sistema que en el particular se ha enseñado en el Colegio; lo cual constituye, a mi modo de ver, un mérito más de ese trabajo, pues ello revela que el joven de la Torre aplica libremente su criterio a las ideas que se le comunican, analiza lo que se le enseña y discurre con independencia. No quiero decir que haya diferencia sustancial entre la doctrina que aplica el joven de la Torre y lo que el Colegio le ha enseñado, pues en realidad no la hay; lo que deseo expresar es que, aun en el caso de existir desacuerdo entre sus opiniones y las mías, yo, que he sido su profesor de Economía Política, vería con gran satisfacción el fruto de la tarea que me he impuesto de formar hombres libres para pensar y libres para discutir y hábiles para trabajar.
No puedo dejar de manifestar la complacencia que experimento al ver que las ideas de libertad en el orden económico, sostenidas y profesadas con decisión en este Establecimiento, se arraigan visiblemente en jóvenes a quienes, por su inteligencia y demás méritos personales, les tocará restablecer en nuestro país el imperio de los verdaderos principios liberales.
El joven de la Torre hace en su tesis muy acertadas apreciaciones sobre el papel-moneda, y pide, entre otras cosas, que se devuelva a los colombianos la libertad de estipular moneda en sus contratos, para abrir cauce amplio a las corrientes del crédito; hace ver las consecuencias funestas de nuevas emisiones, y trata de resolver el grave problema actual observando las leyes naturales a que obedecen las fuerzas económicas y siguiendo en todo caso la verdad científica encarnada en el respeto al derecho de libertad.
En consecuencia, al pediros, como en efecto os pido, que se asigne a la tesis del joven de la Torre la más alta calificación reglamentaria, no hago sino demandar justicia para un trabajo elaborado con inteligencia, honradez y patriotismo, y para un alumno que ocupó siempre en las clases del Liceo Mercantil un puesto de distinción y que en todas ocasiones sobresalió por su amor al estudio y por la nobleza y dignidad de su carácter.
Manuel Antonio Rueda J.
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Estudio sobre nuestra circulación monetaria
Capítulo I
De la circulación monetaria y fiduciaria en general
 y de la del papel-moneda en particular
I. Moneda. -Su definición. Su papel. Porqué se dice que es intermediario en los cambios. Cómo sirve para medir los valores. Condiciones que debe tener. Qué es circulación monetaria.
II. Circulación fiduciaria. -En qué consiste. Su semejanza con la monetaria. Efectos de comercio. Su circulación. Billete de banco. Sus caracteres. La circulación del billete de banco no es monetaria sino fiduciaria.
III. Papel-moneda. -Ventajas especiales que ofrece el billete de banco como principal agente de circulación fiduciaria, que han inducido a la creación de la moneda de papel. En qué consiste el papel-moneda. Su diferencia con el billete de banco. La circulación del billete de curso forzoso es monetaria y no fiduciaria. Causas que producen y aseguran su circulación. Efectos de la circulación del papel-moneda; exportación de la moneda metálica; alza aparente de todos los precios; depreciación real de la moneda. Explicación de estos fenómenos. Tendencia a abusar de la facultad de emitir papel-moneda, y causas que la producen. Desaparición de la moneda metálica hasta ser íntegramente reemplazada por la de papel. Fenómenos a que da lugar. Alza continua del cambio con el Extranjero. Opiniones de Stuart Mill sobre estos puntos. Escasez del medio circulante. De dónde viene. Nuevas emisiones para remediar el mal. Porqué lo agravan en realidad. Explicación de este fenómeno. Tendencia de los particulares a pedir nuevas emisiones. Necesidad del Gobierno de emitir para hacer frente a la penuria fiscal. Resultados definitivos producidos por estas causas. El valor de la moneda está sujeto a las mismas leyes económicas que regulan el valor de las demás mercancías. Las medidas gubernamentales son incapaces de impedir su cumplimiento.

I. -La moneda es por excelencia el instrumento de los cambios, es una mercancía que sirve de intermediario en ellos y de denominador común de los valores (1), o más concisamente, la medida de los valores cambiados.
Por esta definición se ve que la moneda tiene el doble papel de intermediario en los cambios y de tipo al cual se refieren los valores cambiados.
Se dice: 1°. Que la moneda es una mercancía porque está constantemente cambiándose por otras.
2°. Que la moneda es un intermediario porque en todas las operaciones en que interviene no figura como fin de la operación; así, un individuo que vende sus productos lo hace no para adquirir moneda por ella misma sino para adquirir el instrumento con el cual puede conseguir luego lo que necesite.
3°. La moneda es una medida de los valores o valorímetro (2), pues con su ayuda podemos saber el equivalente de todos los valores existentes, de igual manera que con el metro podemos saber la relación de la longitud do todas las distancias.
El valor estimado en moneda se llama precio.
En razón a su oficio y a su naturaleza, la moneda debe llenar las siguientes condiciones:
1ª. Que sea de una materia generalmente apreciada.
2ª. Que guarde proporcionalidad en sus divisiones.
3ª. Que en pequeño volumen tenga gran valor.
4ª. Que tenga un valor relativamente fijo; y
5ª. Que sea suficientemente consistente para que resista el uso.
El oro y la plata, principalmente el primero, son los metales que reúnen de un modo más completo estas condiciones, y por eso son universalmente usados para la fabricación de la moneda.
La circulación de esta mercancía, en cumplimiento del doble carácter que le conocemos, es lo que se llama circulación monetaria.

II. -Circulación fiduciaria. -El crédito, lo mismo que la moneda, desempeña un papel principal en la circulación de la riqueza: en efecto, nunca se hace la cesión de ningún valor sino en cambio de otros valores o en cambio de una promesa de entregar valores; las promesas más usuales son de entregar dinero. Las sociedades les han sabido dar a estas promesas formas tangibles, es decir, las han representado por títulos o efectos de comercio capaces de circular. Dicha circulación, basada en la creencia o fe de que el compromiso que representa se cumplirá, ha tomado el nombre de circulación fiduciaria, derivada de la palabra fiducia (fe, confianza). Entre estos títulos ocupa el principal lugar el billete de banco, que es un efecto de comercio por medio del cual un banco se compromete a entregar cierta suma de dinero. Dicho billete tiene algunas particularidades que lo hacen distinguir de los demás efectos de comercio: 1ª, es pagadero al portador; 2ª, a la vista; y 3ª, no tiene plazo ni gana interés (3). Estas circunstancias hacen que el billete de banco sea el mejor agente de la circulación fiduciaria, y de allí que su papel se identifique con el de la moneda. Su aceptación, empero, es siempre voluntaria, y su reembolso siempre obligatorio, lo que hace que éste no sea moneda, puesto que circula sólo por la seguridad que tienen sus tenedores de que será pagado, y la moneda circula porque ella es intermediario obligado de las transacciones y no porque represente una promesa de pago.

III. -Papel-moneda. -Acabamos de ver lo que es el billete de banco, el cual constituye un medio para fomentar las industrias, porque da grandes facilidades a las operaciones de crédito y porque con la circulación fiduciaria se ahorra el desgaste de la moneda metálica, que a la larga es muy costoso.
Fijándose en estas ventajas y urgidos por necesidades fiscales, los Gobiernos han tomado el camino de emitir el papel-moneda, que consiste en un billete que no es cambiado a su presentación y que, además, el público está obligado a recibir como dinero efectivo. Así, pues, el papel-moneda se diferencia del billete de banco: 1°, en que es inconvertible; 2°, en que es de curso forzoso, y 3°, en que su circulación se efectúa por ser la moneda necesitada para las transacciones, pues nadie acepta un billete de curso forzoso en la esperanza de que se le pague, sino para adquirir con él lo que necesite, porque la ley no admite otra moneda; mientras que la circulación del billete de banco se lleva a cabo, como hemos visto, por la deuda que él representa y que se tiene confianza en que será pagada. Luego la circulación del papel-moneda forma parte de la circulación monetaria propiamente dicha, y la circulación del billete de banco, de la fiduciaria.
Así es que el papel-moneda no entra en la circulación sino forzadamente, y si ella se extiende con rapidez no es porque se espere su reembolso, sino porque cada persona para vender sus efectos se ve obligada a recibirlo y tiene que emplearlo para hacer sus compras como única moneda corriente. Además, como el Gobierno al emitirlo lo admite en pago de las contribuciones, su circulación se extiende, pero únicamente en el radio del poder gubernamental, porque no teniendo ningún valor intrínseco, carece de valor dondequiera que no es reconocido como moneda.
Al hacer una emisión de papel-moneda en un país en donde existe el régimen monetario metálico, y al darle un valor nominal igual al de la moneda metálica, acontece que ésta sale inmediatamente de la circulación, exportándose del país o fundiéndose, hasta donde el papel, en proporción a la cantidad emitida, alcanza a reemplazarla, y aun más allá. Supongamos que en un país la circulación sea de diez millones de pesos y que se hace una emisión de cinco millones. Indudablemente esta cantidad emitida produce el alza de todos los precios, en el supuesto de que los demás factores que influyen en su fijación permanezcan estables. Tomemos, como un ejemplo, que en el régimen existente se compra un reloj con diez monedas de a peso; viene la emisión de cinco millones; y el reloj que valía antes diez pesos valdrá ahora quince; así es que la misma moneda que representaba antes un peso (valor real y nominal), ya no representa sino $ 0.75 (valor real, aunque sigue representando un peso nominalmente), puesto que antes no se necesitaban sino diez monedas y ahora se necesitan quince; y como el reloj es el mismo, indudablemente lo que ha cambiado de valor es la moneda, y esto por la abundancia producida en el medio circulante, debida a la emisión.
Todo poseedor de monedas de oro querrá exportarlas para poder así realizar su verdadero valor, lo que no puede conseguir en el país, donde se ve obligado a estarlo cambiando por un valor menor del que realmente tiene, o mejor dicho, equiparándolo con el papel-moneda, que vale menos. Una vez exportado o reducido a mercancía un número de pesos en oro igual a la emisión de papel, si no mayor, el equilibrio se restablece; sin embargo, el oro siempre tendrá en realidad un valor mayor que el papel-moneda, lo que tenderá a hacer depreciar este último, y con frecuencia habrá exportaciones de oro, que en busca de buen precio va al Extranjero, que causarán en el país la escasez de medio circulante, circunstancia por la cual se sentirá necesidad de nuevas emisiones que, si se efectúan, ocasionarán los mismos efectos, pero en mayor escala; y así seguirán dichas emisiones hasta el momento en que se acabe todo el metálico existente en el país y quede la circulación basada exclusivamente en el papel-moneda.
El Gobierno que ha hecho el cambio de sistema monetario no tendrá ningún escrúpulo en continuar con las emisiones, que aumentarán indefectiblemente la cantidad de medio circulante, y en este caso, como ya no hay modo de disminuirlo, el efecto que se producirá será el alza aparente de todos los precios, alza que continuará indefinidamente, puesto que es el resultado de la depreciación real de la moneda, causada por la afluencia de numerario que no se necesita y al cual, como ya dijimos, no se le puede dar otro empleo porque no tiene valor intrínseco.
El régimen monetario, pues, quedará alterado, y esta alteración continuará produciéndose, es decir, los precios de las mercancías continuarán en alza, y lo mismo sucederá con el cambio de las letras y el premio de las monedas extranjeras.
“El poder que el régimen del papel-moneda da a los Gobiernos de emitir moneda a voluntad, dice Stuart Mill, es un peligro intolerable. Toda variación en el valor del medio circulante es perjudicial; se alteran los contratos existentes y las bases del cálculo, y la propensión a tales cambios hace completamente precarios todos los compromisos pecuniarios a largo plazo. La persona que compra o vende una anualidad de £ 100, no sabe si dentro de pocos años equivaldrá a £ 200 o a £ 50. Grande es este peligro cuando depende solo de un accidente, pero aun es mayor si está sujeto a la arbitraria disposición de un individuo o de un grupo de individuos que pueden tener cualquier interés en aprovecharse de una fluctuación artificial de las fortunas, y que tienen uno muy grande en emitir cuanto sea posible, puesto que cada emisión es para ellos una fuente de recursos”; y más adelante agrega: “La tentación de emitir en demasía es tan fuerte en ciertas emergencias financieras, que no se admite nada que tienda a restringirla en el más ínfimo grado” (4).
Uno de los efectos del papel-moneda es el de producir una constante escasez de medio circulante que crea la necesidad indispensable de las emisiones progresivas, que no producen el efecto deseado de hacer que la escasez termine. Para comprender esto basta poner un ejemplo: hay en un país $ 20.000,000 papel-moneda en circulación que valen $ 10.000,000 en oro, es decir, el cambio está al 200 por 100, y por el motivo que ya conocemos, se hace una emisión de otros $ 20.000,000: sucede entonces que aunque se haya duplicado la cantidad de moneda circulante, la escasez no termina, porque el valor de la moneda legal baja en la misma proporción o se reduce a la mitad de lo que antes era; de manera que los $ 40.000,000 continuarán representando el mismo valor de $ 10.000,000 en oro que valían antes los $ 20.000,000, si no es que bajan a $ 9.000,000 por el efecto del pánico, porque la depreciación que sufre el papel-moneda por causa de las emisiones, no solamente depende de la mayor cantidad de éste en circulación, sino del temor de que se efectúen otras nuevas.
Un caso común nos aclarará mejor este punto: hay en una plaza comercial 2.000,000 de sacos de café para la venta, que tienen un cierto precio corriente, y llega una nueva remesa de otros 2.000,000 de sacos, la que, suponiendo que la demanda permanezca la misma, tenderá a hacer bajar el café y a hacerlo valer la mitad de lo que antes valía; pero si al mismo tiempo de la llegada se recibe el anuncio de un nuevo envío, más numeroso todavía, el café tenderá a bajar aun más, pues todos los compradores querrán reservarse para cuando se efectúe el nuevo arribo, y entretanto no harán sino las compras indispensables, a la vez que los vendedores querrán realizar prontamente todas sus existencias, y así la baja total que sufre el café no solamente depende de la cosecha llegada sino también de la que se anuncia o se cree que llegará.
Acontece igual cosa con el papel-moneda: no solamente se deprecia por las emisiones efectuadas, sino por las que se teme o se cree que se efectúen, pues nadie querrá vender sus artículos por una moneda que sufrirá segura depreciación, y alzarán todos los precios teniendo en cuenta la caída del papel por la emisión futura; es decir, habrá verdadera contracción del mercado monetario y el papel-moneda circulante será inferior al necesitado por los cambios.
De aquí el que haya constantemente un número considerable de individuos que solicitan dinero y que no lo encuentran o lo encuentran en condiciones demasiado onerosas. Esta gran demanda y poca oferta de capitales lleva a algunos espíritus la creencia de que falta medio circulante, idea que todo el que necesita dinero está dispuesto a apoyar, y para remediar esa supuesta necesidad se piden, como solución salvadora, nuevas emisiones de papel-moneda.
Las emisiones que en este estado de cosas se hacen, producen efectos completamente contrarios a los esperados por los que por ellas claman: desde el momento en que se anuncian, viene como resultado la depreciación de la moneda, y de esa depreciación anticipada nace la insuficiencia para cubrir todos los cambios, y, por consiguiente, agravan, desde antes de ser emitidas, la escasez monetaria que se quiere remediar. Una vez hecha la emisión, se siente un alivio pasajero, porque los individuos a quienes se han hecho pagos por el Gobierno con los billetes nuevamente emitidos, hacen compras o saldan deudas contraídas; pero como el valor total de la moneda permanece el mismo, si no inferior al que era antes, el dinero en poder de cada cual ha disminuido en potencia adquisitiva, y la situación monetaria vuelve a ser la misma que antes de la emisión. Todo queda reducido a un aumento en el premio de las letras o del oro, proporcional al aumento que ha recibido la cantidad de papel-moneda en circulación, y una mayor dificultad para comprar a crédito o para obtener dinero a interés.
El comercio continuará, pues, quejándose de la escasez de medio circulante, y los pocos capitalistas que prestaban su dinero dejarán de hacerlo, porque en esa ocasión habrán sufrido alguna pérdida y porque naturalmente temerán que las emisiones continúen, lo que es casi seguro, porque una vez lanzada la primera, los males que se habían tratado de remediar con ella empeorarán, e indefectiblemente volverá el clamor por nuevas emisiones, las que a su vez causarán los mismos efectos perniciosos; a los que debe agregarse el hecho de que la mayor depreciación de la moneda legal disminuye considerablemente el valor efectivo de las rentas públicas y produce o aumenta la penuria fiscal, que el Gobierno a su vez quiere remediar obteniendo autorización para emitir papel indefinidamente.
En efecto, la moneda es una mercancía cuyo valor efectivo sigue las leyes a que están sujetos todos los demás valores. La abundancia la deprecia, aun cuando el fenómeno de la depreciación no lo contemplemos directa sino indirectamente en el alza de los precios de todas las mercancías. Así, se vio en el tiempo de la conquista que los conquistadores daban enormes cantidades de oro por los artículos que en número escaso les venían de España, fenómeno que luego se vio reproducido en California y en Australia a mediados de este siglo, y actualmente se ha visto en el Transvaal y se está viendo en Alaska.
La relación entre el valor de las monedas de oro y de plata ha cambiado, ya en el un sentido, ya en el otro, por efecto de la relativa abundancia de uno de los dos metales. Con el descubrimiento y explotación de las minas de California y de Australia, el oro bajó de valor con relación a la plata, y la explotación posterior de ricas minas de plata en los Estados Unidos, unida a la adopción del sistema monometalista, ha producido en nuestros días la depreciación de este metal, y con ella la depreciación de las monedas de plata en los países en donde su acuñación no está limitada por la ley.
Ninguna providencia gubernamental puede impedir por largo tiempo el cumplimiento de este fenómeno, del mismo modo que no hay medidas gubernamentales capaces de detener el alza de los precios de los artículos de consumo cuando estos escasean o de impedir su baja cuando abundan.
Hemos estudiado ligeramente la circulación del papel-moneda en general y vamos ahora a concretarnos a Colombia.

Capítulo II
Circulación monetaria antigua y actual de Colombia
I. Circulación monetaria antigua. -Constituíanla el oro y la plata sin diferencia legal entre ellos y con la relación de 1 a 15½ fijada por la ley. Premio alternativo de la una moneda sobre la otra. Servicio especial desempeñado por el oro en las transacciones externas y por la plata en las internas. Circulación de billetes de banco en aquella época. Fundación del Banco Nacional. Privilegio de emisión concedido a este Banco.
II. Principio de la circulación actual. -Decreto ejecutivo que declaró de curso forzoso los billetes del Banco Nacional. Opinión del Dr. Garcés sobre esta medida. Decretos ejecutivos que declararon el billete del Banco Nacional la moneda legal del país, equivalente a las de oro y plata. Ley 87 de 1886, que prohibió la circulación de los billetes de los bancos particulares y fijó plazo para recogerlos. Cantidad de papel-moneda emitida hasta el 12 de abril de 1886. Dogma de los $ 12.000,000. Se completaron el 4 de abril de 1889. Emisiones posteriores, a pesar de la prescripción terminante de la Ley 124 de 1889. Prohibición de estipular. Exportación de la moneda metálica. Emisiones hechas en tiempo de paz para cubrir los gastos del servicio público. Emisiones hechas durante las guerras de 1885 y 1895. Emisiones clandestinas hechas para la compra de la deuda pública. Resultados funestos que produjeron.
III. Resultados de la circulación del papel-moneda. -Efectos producidos por las emisiones. Alza constante del cambio. Lo que a ese respecto nos dice un notable publicista. Retiro de los capitales empleados en la producción. Dificultades para conseguir dinero a interés. Su causa. La aplicación de los capitales a la construcción de edificios o a la compra de fincas raíces. Bienestar pasajero de los obreros. Alza en el precio de las fincas raíces. Baja final de su valor, especialmente las que requieren un capital para su explotación. Salida de los capitales para el Extranjero. Barrera puesta a la venida de los capitales extranjeros. Alza aparente de todos los precios, debida a la desvalorización real de la moneda. Riesgos de los comerciantes. Causas que habían neutralizado en parte los funestos resultados del papel-moneda. Desarrollo de las plantaciones de café y crédito de los plantadores. La crisis producida por la baja del café ha sido agravada y acelerada por el papel-moneda. Necesidad urgente de poner término inmediato y definitivo a nuevas emisiones y de impedirlas para lo futuro.

I. -Nuestra antigua circulación, basada en el sistema bimetalista, estaba constituida por el oro y la plata, ligados entre sí por la relación legal de 1 : 15 ½. El peso de oro tenía 1g,612 de peso y 0,900 de ley, y el de plata 25 gramos y la misma ley. Las monedas divisionarias tenían 0,835 de ley, y circulaba también una pequeña cantidad de plata de 0,666, emitida en los primeros tiempos de la República. Circulaban estos dos metales con un premio del uno sobre el otro que variaba muy a menudo, pero que nunca llego a tener grandes proporciones.
La circulación estaba en su mayor parte representada por la plata; las monedas de oro nacionales y las de oro francés, inglés y americano y las de plata extranjeras (5), servían como de moneda internacional, pues estaban constantemente entrando al país y saliendo de él, según que las exportaciones fueran mayores ó menores que las importaciones.
En el año de 1873, el Código Fiscal fijó como unidad monetaria el peso de oro, pero no con el objeto de destruir el bimetalismo, cuestión que aún no se debatía ni en Colombia ni en la mayor parte de las naciones excepto en Inglaterra.
A la sazón existían ya billetes de banco que eran emitidos en la capital, principalmente por los Bancos de Bogotá, de Colombia y Popular; pero tanto aquí como en los Estados existían bancos que emitían billetes cuya circulación no era general.
Más tarde, en 1881, por la Ley 31 de 1880, se fundó el Banco Nacional, que emitió también sus billetes, los cuales circularon, junto con los de los Bancos que hemos citado, durante unos 4 o 5 años. Con la fundación de este Banco y por el artículo 11 de la citada Ley, que declaraba “derecho exclusivo del Banco Nacional la emisión de billetes pagaderos al portador en cualquiera forma”, se atacó la libertad de los bancos y se abrió el camino del papel-moneda.

II. Principio de la circulación actual. -Efectivamente, el 8 de enero de 1885 se publicó en el número 6,279 del Diario Oficial el decreto por el cual se les daba curso forzoso a los billetes del Banco Nacional y se amenazaba a los demás bancos con la prohibición de emitir y circular sus propios billetes si no obedecían dicho decreto.
Hablando de esta disposición ejecutiva, el Dr. Garcés dice lo siguiente: “Desde que se estableció el curso forzoso, el Banco Nacional se convirtió en Banco de Estado, al estilo de la teoría de Law, quien sostuvo que sólo los Gobiernos debían fundar, poseer y administrar bancos de circulación, y que la emisión de billetes-moneda era industria lucrativa cuyo monopolio debe tener el Estado. Es la teoría del comunismo absoluto. El Gobierno tiene a su servicio toda la riqueza nacional representada en sus billetes de curso forzoso, y la sociedad vive en permanente crisis comercial, porque los precios y los cambios pierden su equilibrio, el crédito desaparece y los mejores cálculos yerran en su elaboración de riqueza y de ahorro. El trabajo es un lance, un juego en que se gana o se pierde a voluntad del Gobierno” (6).
Los decretos dictados por el Presidente Núñez en el año de 1885 declararon el billete del Banco Nacional como única moneda legal de la República y como equivalente a las monedas de oro y plata. El artículo 1° del Decreto número 104 de 19 de febrero de 1886, dice: “Desde el 1° de mayo próximo la unidad monetaria y moneda de cuenta de Colombia será, para todos los efectos legales, el billete del Banco Nacional, de la serie de un peso.” La Ley 87 de 1886, en su artículo 17, dispuso que no circularan más billetes que los del Banco Nacional, y que los bancos particulares recogieran los suyos en el plazo de tres meses.
No se sabe con seguridad -por ser insuficientes los datos oficiales publicados- a cuánto ascienda el papel-moneda actualmente existente en circulación. El 12 de abril de 1886, según el Decreto ejecutivo numero 220, había en circulación $ 3.660,041-50. Por el artículo 1° de la Ley 124 de 1889 se fijó en $ 12.000,000 el máximum que podía emitirse, y para completar esta suma se emitieron el 4 de abril de 1889 $ 3.695,553-30. Después de esta fecha, y a pesar de haberse elevado a la categoría de dogma, en declaraciones terminantes del Gobierno, el límite de los $ 12.000,000 fijado para las emisiones, con autorización legal y sin ella, se han estado haciendo constantes emisiones después de completado este cupo, y hoy se calcula que asciende a $ 40.000,000, poco más o menos, la cantidad de papel-moneda emitida hasta el presente. En la presente tesis incluimos un cuadro de las diferentes emisiones que se han hecho, formado con los datos que hemos podido conseguir, tomados de varias publicaciones.
Al declarar oficialmente el billete del Banco Nacional como equivalente al peso de oro, la moneda metálica existente en el país dejó de circular, porque toda obligación podía cubrirse legítimamente en esos billetes, y porque, además, los decretos del Presidente Núñez fueron entendidos generalmente como que contenían la prohibición de obligarse en otra clase de moneda, probablemente a causa del pánico producido por las medidas tomadas para forzar la circulación del papel-moneda, de las cuales es una muestra la circular del Secretario de Guerra, del año de 1886, en que decía a los Gobernadores de los Estados que impusieran multas y trataran como rebeldes a las personas que no aceptaran a la par o intentaran depreciar el billete de curso forzoso. Esta interpretación fue adoptada posteriormente en la Ley 87 de 1886, en su artículo 15.
Impuesto con la fuerza de las bayonetas el curso forzoso del billete nacional, la moneda metálica desapareció de la circulación y huyó del país, y quedó abierto el dique de las emisiones indefinidas, que, inflando el mercado monetario, han producido la desvalorización del papel y consecuencialmente el aumento del precio de todos los artículos de comercio, y en mayor extensión el alza de los cambios sobre el Exterior.
Esta serie de emisiones sucesivas que han aumentado la circulación del papel-moneda desde algo menos de $ 3.000,000 (7) que fueron emitidos para las necesidades de la guerra de 1885, hasta $ 40.000,000, casi todas se han hecho para atender a los gastos públicos en tiempo de paz, con excepción de $ 5.000,000 despilfarrados durante la guerra de 1895 y del monto de las emisiones secretas que tuvieron por objeto convertir la deuda pública en papel-moneda, que no fue otra cosa que el pago de las deudas del Gobierno ocurriendo a la prensa litográfica, lo que se consideró como una operación financiera de primera clase, sin darse cuenta de que ese abuso, contribuyendo a debilitar más la poca confianza que inspiraba la moneda de papel, traería a la larga, como las ha traído, pérdidas ingentes y males irremediables para el Tesoro público y para el país. Depreciadas las rentas publicas a causa de las anteriores emisiones, la penuria del Gobierno aumenta diariamente, y por tanto aumenta la necesidad de emitir indefinidamente; y es muy de temerse que el Gobierno continúe haciendo uso de esa medida, en cierto modo como a pesar suyo; pues en la pendiente de descrédito y de mina en que el abuso del papel-moneda coloca a los Gobiernos y a los pueblos, es natural que el juicio se perturbe ante la magnitud del desastre, y suelen no ver aquéllos otro medio que el de apelar a nuevas emisiones; sin caer en la cuenta de que cada vez es más pernicioso y menos eficaz el tal recurso. Es que sus finanzas están averiadas, según la gráfica expresión del célebre economista Leroy Beaulieu (8).

III. Resultados de la circulación del papel-moneda. -El establecimiento del papel-moneda y todas las medidas que se han tomado en cuanto a la circulación del billete de curso forzoso han tenido deplorables consecuencias: el pánico comercial se ha extendido en el país, las letras han subido hasta tipos altísimos y el metálico existente en el país ha salido de él en su mayor parte, como ya dijimos. Y al decir de un notable escritor: “los más expertos comerciantes se hallan tan perplejos como los menos hábiles, y si buscan algún apoyo sólido para sus cálculos, dan siempre con el movedizo suelo del papel inconvertible. Hoy como ayer y mañana como hoy, todo cálculo falla con el papel-moneda, todo mundo ve que de un día para otro sube o baja el precio de las cosas y que los cambios sobre el Exterior varían diariamente. El país anda por un callejón sin salida cuyo fondo para retroceder se alejará tanto más cuanto mayor cantidad de papel-moneda se ponga en circulación. El papel-moneda es la desgracia presente, la contribución diaria que los pueblos pagan con el sudor de su frente para sentir hambre y desnudez.”
Muchos capitales empleados en las empresas han sido retirados para invertirse en la construcción de edificios y adquisición de fincas raíces, debido a que esos capitales, que en su mayor parte estaban empleados con carácter de préstamo a interés, estaban expuestos a disminuir de su valor efectivo a causa de la constante depreciación del papel-moneda, y el capitalista que prestaba su dinero se arriesgaba a sufrir grandes pérdidas, por lo cual exigía una suma mayor como interés. Esto es muy fácil de comprender poniendo un ejemplo: un capitalista da a interés, con un año de plazo, $ 10,000, que suponiendo el cambio al 250 por 100, representarán $ 4,000 en oro. Si durante ese año el cambio sube un 20 por 100, o lo que es lo mismo, 50 puntos, los $ 10,000 pasarán a representar $ 3,333-35, es decir $ 666-65 en oro menos. Supongamos que dicho capital estaba colocado al 12 por 100: los intereses devengados serán $ 1,200, o sean $ 400 en oro, que agregados a $ 3,333-35, no alcanzan a producir sino $ 3,733-35, es decir, que el capitalista no solo perdió el empleo de su dinero, sino también $ 266-35, que fue el exceso de la depreciación sobre los intereses devengados (9).
Este riesgo a que se vieron expuestos los capitalistas que tenían su dinero dado a interés, les hizo pensar en un medio de convertirlos en valores que no tuvieran esos peligros, y entre otras medidas se adoptó la de construir edificios y adquirir fincas raíces, lo que dio por resultado un gran desarrollo de las construcciones y, por el primer momento, algún bienestar en los obreros de la capital, quienes fácilmente obtenían trabajo. Dicho desarrollo tuvo como consecuencia el alza en el precio de las fincas raíces, las que desde hace algún tiempo han bajado considerablemente, en especial los terrenos baldíos, según vemos en el número 17 de La Revista Mercantil de 1° de mayo; baja que debemos considerar como consecuencia del papel-moneda, pues muchos agricultores que no cuentan con capital propio para la explotación de sus fincas y que han adquirido compromisos y no han podido renovar sus obligaciones, se han visto obligados a realizar sus haberes, entre ellos sus fincas raíces, y especialmente todas aquellas que exigen un capital para su explotación y beneficio, o sea las propiedades territoriales no cultivadas, en que la baja ha sido del 90 por 100, mientras que los terrenos ya cultivados, que no necesitan grandes sumas para su cultivo, no han bajado sino el 39 por 100, poco más 6 menos.
La salida de los capitales nacionales para el Extranjero en busca de colocaciones más seguras donde, al menos, no pierdan de valor; el retiro de los capitales extranjeros colocados en el país, generalmente en la forma de créditos abiertos a los comerciantes y empresarios, por estar sufriendo todas las consecuencias de las fluctuaciones de la moneda, y la barrera puesta a la venida al país de más capitales extranjeros que vengan a fecundar nuestras industrias, han sido otros de los resultados fatales del papel-moneda.
Aparece a primera vista que todos los precios han subido extraordinariamente, apariencia que es del todo falsa, como se observa al estudiar el punto con detenimiento. En efecto, aunque los artículos de consumo general es evidente que tienen un precio triple del que antes tenían, esto no es sino una consecuencia de la desvalorizaron de la moneda, lo que con facilidad se puede verificar reduciendo a su equivalente en oro los precios actuales y comparándolos con los antiguos.
Con la baja del papel-moneda las importaciones se dificultan notablemente y el comerciante que introduce artículos para pagarlos después de haberlos vendido, se expone a que, como hoy lo estamos presenciando, el día de verificar el pago el cambio haya subido hasta el punto de que aun resignándose a no obtener ninguna ganancia, el precio de venta en papel-moneda no alcance para cubrir el precio y costos en oro que está debiendo, y sufre así grandes pérdidas que él no puede evitar.
Si todos los efectos de que hemos hablado ligeramente y otros que no hemos mencionado, no se habían sentido con grande intensidad entre nosotros, había sido por el buen precio del café, a cuyo cultivo se han aplicado gran parte de los capitales existentes en Colombia. El alto precio del artículo y las facilidades con que los explotadores obtenían créditos en Europa aumentaba considerablemente la oferta de letras, contrarrestando los malos efectos del papel-moneda e impidiendo el alza indefinida de los cambios; pero, al propio tiempo, al bajar el café, los estragos naturales que tal baja debe producir se han agravado en mucho por causa del papel-moneda, porque el desarrollo, en muchos casos inconsulto, de aquella industria se debe en gran parte a la ansiedad general de producir artículos que pudieran cambiarse por oro en el Exterior, y porque no teniendo nuestra moneda ningún valor intrínseco, no puede exportarse, y la baja del café hace que el producto de las exportaciones no alcance a saldar las deudas contraídas por los importadores. Por iguales causas perdió el país gran parte de su riqueza en las empresas de minas.
Por lo dicho, fácilmente se comprenderá el peligro a que está expuesto todo país cuya moneda es el billete inconvertible; cada emisión engendra otras y otras más, porque su resultado inmediato es agravar el mal que se trata de remediar. El papel-moneda en sus efectos es comparable con la morfina en el cuerpo humano. Sobreviene una catástrofe, y como único remedio se ocurre a la emisión de papel-moneda, con la cual se puede salir de ella; es el dolor intenso que se cura con una inyección de morfina. Desgraciadamente, a la menor perturbación que se produzca luego, se ocurrirá a las emisiones, y muchas veces sin perturbación alguna, sino únicamente con el objeto de cubrir con holgura los desproporcionados gastos públicos: es un pequeño dolor pasajero para el cual se aplica la inyección, y aun solamente para sentir cierto bienestar o enajenamiento que hace olvidar penas más bien morales que físicas. Mas, como cada vez que de nuevo se ocurre al remedio es menester mayor cantidad, llega el día en que después de largo tiempo de malestar causado por la mucha abundancia del remedio, se produce la crisis: es el accidente mortal ocasionado por el abuso en el empleo del tósigo, que si no se suspende a tiempo, causa la muerte al cuerpo, de igual manera que el papel-moneda causa la ruina de las Naciones.
Debemos, pues, protestar de una manera formal contra el régimen del papel-moneda y en especial contra las emisiones que se hacen sin ninguna necesidad urgente y para aliviar transitoriamente la penuria fiscal, que, por regla general, es producida por el mismo papel-moneda y por las medidas artificiales que se toman para impedir su depreciación.

CUADRO que indica las cantidades de papel-moneda emitidas y la marcha o curso de cambio en relación a ellas:
AÑOS
CAMBIOS
EMISIONES
1885
Premio máximo
Premio mínimo
$ 2.831,000
40%
20%
1886
44%
35%
2.516,725
1887
82%
41%
2.956,722
1888
134%
89%
3.695,553
12.000,000 del Dogma
1889
98%
89%
Emisiones secretas: 2.206,317
344,000
420,586
1890
98%
88%
Emisión secreta: 831,098
1891
97%
82%
Para cambiar la moneda de 0,500: 4.243,298
1892
103%
88%
Emisión secreta: 1.226,732
1893
150%
100%
Emisión decretada en 1892: 2.500,000
1894
189%
154%
Emisiones representativas decretadas en 1893: 2.363,575
1895
190%
142%
Emisión para gastos de la guerra: 5.000,000
Se retiraron en este año
$273,256
1896
150%
135%
......
1897
186%
133%
......
1898
222%
157%
Decreto por 9.100,000 y emitidos: 3.640,000
1899
320%
218%
Resto de los $ 9.100,000: ___5.460,000
Total: $ 40.235,606


-273,256
=39.962,350
  
OBSERVACIONES
De los años de 1885 hasta 1888 se nota una alza constante desde el 20% hasta el 134%, efecto de las emisiones, que ascendieron a $ 12.000,000, y de la desconfianza y malestar económico que reinaban en el país.
En 1889, baja respecto al año anterior; principió al 98% y bajó hasta el 89, de donde volvió a ascender hasta el 94%. En este año tuvieron lugar las emisiones secretas, con el nombre de billetes para el cambio y destinadas a la compra de la deuda pública, que pararon la baja y produjeron una nueva alza, que fue detenida por la confianza que inspiró la fijación de los $ 12.000,000 como límite de las emisiones, elevada a dogma.
En 1890 comenzó al 94%, subió basta el 98 y bajó hasta el 89. En este año se emitieron $ 831,097 para compra de acciones del Ferrocarril de la Sabana (emisión con el nombre de billetes para el cambio).
1891, continúa la baja. Se emitieron $ 4.243,298, que no afectaron el cambio porque tuvieron por objeto cambiar la moneda de 0,500 que estaba en circulación.
En 1892, 93 y 94, alza considerable con fluctuación desde 88% hasta 189; en 1892, emisión hecha con el nombre de billetes para el cambio y aplicada en realidad a operaciones del Banco Nacional; en 1893, emisión de $ 2.500,000, decretada en 1892 y 1894, emisiones llamadas representativas. El alza de estos años se produjo no obstante el aumento del valor de las exportaciones y los altos precios del café.
En 1895 y 1896, baja, producida en 1895, no obstante la emisión, por la paralización de las comunicaciones y por la suspensión de pagos en el Extranjero; en 1896, por la grande oferta de Letras debida al aumento en el precio del café y de su producción, y a los créditos abiertos a los exportadores con gran facilidad.
En 1897, alza bastante considerable; principió la baja del café y surgieron los resultados de anteriores emisiones que habían sido contrarrestados por la excepcional abundancia de Letras.
En 1898, alza producida, al principio, por la baja del café y el retiro de los créditos, y a fines del año, por el decreto de los $ 9.100,000, de los cuales se emitió una parte. Los tipos más altos tuvieron lugar después de agosto.
En 1899 (junio), alza continua hasta 260% y de ahí hasta 320, a grandes saltos, circunstancia que indica estado de crisis alarmante. Se completaron los $ 9.100,000.

Capítulo III
Medios que pueden emplearse para regular
la circulación del papel-moneda en Colombia
I. Cerrar de un modo absoluto la puerta a nuevas emisiones. -Resultados probables de esta providencia. Restablecería la confianza.
II. Libertad de emitir billetes dada a los bancos. -No hay razón para que los efectos benéficos del billete de banco no se produzcan cuando la moneda en que son pagaderos es de papel en vez de ser metálica. El billete de banco tiende a uniformar el nivel de la circulación. La importación y exportación de moneda, que en la circulación metálica contribuye al mismo fin, no es posible con el papel-moneda. El temor de que se deprecie el papel-moneda por este motivo es infundado.
III. Libre estipulación. -Falsos temores que despierta la adopción de esta medida. La libre estipulación haciendo renacer la confianza, facilitaría todas las transacciones. Disminuiría los riesgos de pérdida a que están expuestos los capitales a causa del papel-moneda. Facilitaría las operaciones a largo plazo. Haría venir capitales extranjeros, y con el desarrollo de las industrias se multiplicarían las transacciones, aumentando la demanda de dinero y con ella el empleo del papel-moneda. Elevaría el producto de las rentas públicas y facilitaría las importaciones y el movimiento comercial en general. No hay razón para que el Gobierno se oponga a la libre estipulación. Precauciones que es preciso tomar antes de derogar la prohibición de estipular moneda.

Sometidos como estamos al presente régimen monetario, y no pudiendo salir de él de un momento a otro, debemos buscar el modo de impedir, hasta donde sea posible, sus desastrosos efectos, reduciéndolos a un mínimum tolerable y aun logrando que las condiciones de esta moneda no se aparten sino muy ligeramente de las condiciones propias de la moneda universal.
I. -El primer paso que debemos dar es la consecución de una prohibición absoluta y un compromiso solemne de no ocurrir, por ningún motivo, a nuevas emisiones. Persistiendo en ese camino, la confianza renacería y los mayores inconvenientes del papel-moneda desaparecerían o disminuirían y se suprimiría la principal causa de depreciación del papel-moneda, que consiste en estar aumentando su cantidad, y se produciría una alza sumamente lenta pero constante y uniforme. En primer lugar, porque la cantidad de oro en el mercado universal esta siempre aumentando con el producto continuo de la explotación de las minas, mientras que la del papel-moneda permanecería invariable; y en segundo lugar, por el desarrollo de los negocios que la adopción de la medida produciría, por las razones que pasamos a enumerar.
Habría entonces mayor facilidad para conseguir dinero a interés y para ejecutar toda clase de operaciones de crédito, que son de tanta importancia para el desarrollo económico de un país, pues es bien sabido que con el crédito se obtiene lo que no se alcanza a obtener con dinero.

II. -Mas no basta solo que la confianza se restablezca: es preciso, además, que se le deje completa libertad de acción, permitiendo emitir y circular billetes de banco, pues como lo vimos al principio, la mejor prueba de la confianza pública es la circulación fiduciaria, cuyo tipo más perfecto es el billete de banco.
No hay quien niegue los benéficos resultados que se obtienen por medio de la circulación del billete de banco en los países en donde existe la moneda metálica; pero desgraciadamente hay muchos que creen que dicha circulación pierde sus ventajas cuando existe en un país en donde la unidad monetaria es el papel.
Fácil nos será demostrar lo erróneo de esta creencia. En los países en donde existe la moneda metálica las contracciones e inflamientos del mercado monetario se pueden hacer cesar trayendo al país o exportando de él un cierto número de monedas; y, sin embargo, vemos que en ellos el billete de banco tiene gran movimiento, tendiendo su circulación siempre a mantener en su justo nivel la cantidad de moneda necesaria, y si este beneficio se obtiene, de un modo bien apreciable, en donde existe otro medio de producir la deseada nivelación, ¿qué no deberá suceder en los países en donde no hay modo de exportar ni importar moneda cuando sea necesario? Allí, pues, es donde puede prestar mejor sus servicios, porque no hay ningún, otro medio de obtener los resultados que se obtienen en otras naciones con la importación y exportación de numerario. Y, además, no es razón para impedir la emisión y circulación del billete el que la moneda sea de papel, pues es lo mismo que un banco pague sus billetes en oro, donde éste sea la moneda, que en papel en donde circula como moneda legal el papel.
La facultad de emitir billetes pone a los bancos en capacidad de dar ensanche a sus operaciones de crédito (préstamo y descuento), lo que aumenta las facilidades de las firmas abonadas para obtener el dinero que necesitan para sus empresas, y hace bajar el interés del dinero. Y como uno de los graves males que ha producido el papel-moneda consiste en las dificultades que ha puesto para hacer uso del crédito, es claro que la facultad de emitir billetes dada a los bancos tendería a neutralizar, en parte no despreciable, este gravísimo mal.
El desarrollo de los negocios que por este motivo se produjera contribuiría a restablecer el bienestar social, y multiplicando las transacciones, aumentaría a la larga, en vez de disminuir, el empleo de la moneda, y por tanto, tendería a hacerla subir de valor en vez de depreciarla, que es lo que se teme.

III. -Debemos obtener, además, para complemento de la regularización del presente régimen monetario, la libre estipulación. A la adopción de esta medida se oponen, sin embargo, algunas personas, dando como argumento principal el que la moneda legal, es decir el papel-moneda, se depreciaría al permitirla. Tal argumento es erróneo, y su error consiste en que se olvida que el papel-moneda únicamente se deprecia por las emisiones, es decir, por su exceso en la circulación Ahora bien: con la libertad de estipular renacería el crédito, las industrias tomarían incremento y las transacciones se multiplicarían, lo que daría por resultado mayor movimiento de capitales y, por consiguiente, mayor empleo de papel-moneda, lo cual impediría que éste estuviera en exceso, y así, en lugar de depreciarle, se apreciaría, porque el papel-moneda, como toda mercancía, aumenta de precio cuando aumenta su demanda.
Serían posibles las operaciones a largo plazo necesarias para las empresas agrícolas en terrenos no sometidos a cultivo, en donde hay que comenzar por descuajar las selvas y que absorben un gran capital para obtener beneficios que no vienen sino después de pasados un número de años más o menos largo, según los cultivos que se establezcan. Los bancos agrícolas e hipotecarios no se podrán fundar, bajo las condiciones que les son propias, si no se establece la libre estipulación.
Ella haría volver los capitales nacionales que se expatriaron, y rompería el dique puesto a los capitales extranjeros, que ya no tendrían que temer la depreciación que antes estaban expuestos a sufrir. El comercio se aliviaría aumentando las importaciones, porque ya tendría base lija para sus cálculos, y como consecuencia de este aumento, todas las rentas públicas, y principalmente la de aduanas, darían mayor producido; así es que el Gobierno debe estar especialmente interesado en establecer la libre estipulación como medida fiscal. Siendo de advertir que para dictar esta medida son necesarias ciertas precauciones con el fin de evitar los trastornos que se pudieran producir por el paso brusco de un régimen de imposición y de prohibiciones a uno de libertad y de acatamiento de las verdades económicas; del propio modo que no se puede pasar bruscamente, sin peligro, de la oscuridad de una larga prisión a la libertad y a la luz, por más que éstas sean elementos indispensables para el desarrollo vital. Es prudente, pues, aguardar a que las otras providencias que aquí aconsejamos para regular la circulación, hayan tenido tiempo de producir sus efectos.
En punto a libre estipulación, no podemos dejar de advertir -como otro argumento para disipar los temores de la consiguiente baja del papel manifestados recientemente por algún notable publicista- que nosotros no pedimos sino que el Gobierno sancione y dé amplitud a un hecho que se verifica todos los días en nuestro comercio. En efecto, cuando compramos mercancías extranjeras, las contratamos y las pagamos en oro; y cuando vendemos mercancías traídas del Exterior, les fijamos un precio resultante de un cálculo hecho en oro, porque en oro hemos comprado lo que vamos a vender, y en oro tenemos que pagar lo que pensemos comprar para traer al país. De suerte que el hecho existe, por fuerza de la ley natural, pero con las limitaciones bastantes para ahuyentar el capital extranjero y para estancar la corriente del crédito. Pedimos que se acaben esas limitaciones artificiales y funestas, y que se devuelva a los colombianos la libertad de hacer sus negocios a plazo sobre bases relativamente fijas: sin quitar, por supuesto, al billete nacional su carácter de curso forzoso sino cuando hayamos conjurado, con prudencia y honradez, nuestra crisis monetaria y financiera.
Obtenidos estos tres puntos: 1° prohibición de emitir; 2° libertad de emisión de billetes de banco y 3° libre estipulación, se obtendría una gran mejora en el régimen del papel-moneda que lo haría soportable mientras se estudia y se resuelve el importante y complicado problema de la conversión de nuestra moneda por la que sirve al comercio de los pueblos civilizados.

Capítulo IV
Conversión
I. Diferentes proyectos relativos a la conversión. -Qué metal debe escogerse para verificarla. Conversión por plata. Objeciones a este sistema. La moneda de plata presenta los mismos inconvenientes que el papel-moneda.
II. Diferentes modos de llevar a cabo la conversión. -Conversión total hecha de una sola vez. Dificultad de obtener la suma necesaria para la realización de este proyecto. Amortización lenta por medio de la incineración sin reemplazar la moneda incinerada. Inconvenientes que presenta.
III. Conversión por el oro. -Diferentes sistemas monetarios que pueden adoptarse. Ventajas particulares que nos ofrece el sistema francés. Unión Latina. Ventajas que se obtendrían por la incorporación de Colombia en esta convención monetaria internacional. Aspecto comercial de la cuestión. Interés que tiene el comercio para tomar la iniciativa. Procedimiento que puede adoptar para llegar a un acuerdo con el Gobierno. Formación de un Sindicato que represente todo el gremio comercial del país y que se haga cargo de la conversión por medio de un contrato celebrado al efecto con el Gobierno. Proporción en que debe hacerse la conversión. Precauciones que deben tomarse para que la relación entre el papel-moneda y el oro se fije con exactitud. Manera de proceder a la conversión. Inconvenientes de aguardar a que se haya acumulado la suma necesaria para llevarla a cabo. Ventajas de verificar la conversión a medida que se recaude la renta destinada al efecto. Pormenores relativos a la manera de llevar a cabo la conversión. Requisitos para que el plan propuesto pueda realizarse. Ventajas especiales que el Gobierno derivaría de entenderse con el comercio para llevar a cabo la conversión. Costo probable de la conversión por el sistema que proponemos. Es el menos costoso de cuantos se han propuesto y el que mejor respeta todos los intereses y todos los derechos, tanto privados como públicos.

I. -Para la conversión del papel-moneda se han propuesto varios proyectos y vamos a estudiar algunos de ellos y a ver cuáles son sus inconvenientes y sus ventajas, para buscar uno que reúna las condiciones necesarias para la resolución favorable y equitativa del problema que tanto interés tiene entre nosotros.
Como primer punto en esta cuestión debemos fijar el metal que haya de constituir definitivamente nuestro talón monetario. En la mayoría de los planes propuestos se ha pensado en la conversión por la moneda de plata que, a nuestro modo de ver, no presenta condiciones favorables, dada la mala situación que ese metal tiene hoy en el mercado universal, situación que con ser ya bastante mala no ha alcanzado aún el grado inferior a que haya de llegar. Este metal, por su gran producción, ha sufrido una considerable baja en su valor, baja que se ha aumentado por el abandono que de él se está haciendo en el sistema monetario de las naciones, pues se ha producido una corriente constante en el sentido de excluirlo del papel que hasta hace poco tiempo ha tenido en el sistema bimetalista, que en todas partes se está abandonando.
Por estas consideraciones creemos que no se debe pensar en dicha conversión, pues no hay objeto en salir, con mil dificultades, de una situación pésima, para entrar en otra que presentaría los mismos y acaso mayores inconvenientes, pues como el valor de la plata continúa en descenso creciente, nuestra moneda se depreciaría con más seguridad que la de papel que hoy tenemos, depreciación que puede evitarse, al menos, cerrando la puerta a nuevas emisiones. Para evitar la depreciación de la moneda de plata sería necesario reservarle al Gobierno el derecho exclusivo de acuñarla, o sea, no hacer acuñaciones por cuenta de particulares; limitar por ley la cantidad que debiera acuñarse, exactamente lo mismo que si se tratara de emisiones de papel-moneda, pues hoy día la plata, si se conserva la relación con el oro en que esta acuñada en todos los sistemas monetarios, se presta a acuñaciones sin límite, de la misma manera que el papel-moneda a emisiones indefinidas, y la tentación para ocurrir a este medio como recurso fiscal sería igualmente poderosa. Habría que prohibir también la introducción y circulación de monedas de plata extranjeras, y a pesar de todo esto, no se podría lograr el mantener una relación fija con la moneda de oro, que es la moneda universal.
Las transacciones a crédito serían afectadas por este régimen monetario del mismo modo que hoy lo son por el del papel-moneda, y el Gobierno continuaría teniendo una influencia nociva en el mercado monetario, el cual tendría siempre que ser regulado artificialmente. Juzgamos, pues, que debemos decidirnos por el oro, como talón del nuevo sistema monetario.

II. -Modos diferentes de llevar a cabo la conversión. Una vez escogido el metal, se debe estudiar el método que haya de adoptarse para llevar a cabo la conversión.
El primero y más sencillo (no en la práctica, sino en la teoría) de los planes propuestos, es el del levantamiento de un empréstito para conseguir la cantidad de metálico necesario para hacer de un solo golpe la conversión íntegra del papel-moneda circulante. Tiene este sistema el inconveniente de que en la situación actual del país le sería imposible la consecución del empréstito en condiciones favorables, atendida nuestra falta de crédito en el Exterior y el deplorable estado fiscal que atravesamos.
Otro plan, el que ha tenido mayor opinión en su favor, es el de la amortización lenta y continua del papel-moneda. Consiste éste, en su fondo, en destinar toda una renta o parte de ella a la amortización del papel, haciendo con cierta periodicidad la incineración de los billetes que se hayan recaudado, sin acuñar oficialmente su equivalente en monedas metálicas, sino esperando que al mismo tiempo que los billetes se amortizan, los particulares las acuñen para reemplazar los billetes que desaparezcan; pero como esa moneda metálica no podría acunarse sino con plata u oro llevado por los particulares, cada peso que se acuñara sería un capital retirado de la industria, a la que haría falta. Los particulares, pues, tendrían que reemplazar la moneda incinerada con sus propios recursos, haciéndolo como negocio lucrativo que el Gobierno les había abierto con la medida de las incineraciones, es decir, yendo a destruir intencionalmente valores existentes, con el objeto de que fueran creados de nuevo por el interés privado. El plan pues, representaría una perdida igual al valor real que hoy tiene el papel-moneda existente en el país, y, además, dejaría siempre vigente el régimen bimetalista, que haría huir el oro para inundarnos en plata, en cantidades tanto mayores cuanto más se deprecie este metal en el mercado universal. ¿Podría resistir la Nación esa pérdida en momentos de postración de los negocios debida a la caída del precio del café y a otras causas de todos conocidas? Indudablemente, para cambiar la circulación actual de papel por una de moneda metálica de oro o plata, hay que soportar una pérdida; pero la forma en que esa pérdida se lleva a cabo por el plan que venimos estudiando, la hace más gravosa por la alteración que produce en todos los negocios y las violaciones constantes de la equidad en el cumplimiento de los contratos.
En efecto, por dicho plan se pretende que el papel-moneda, a causa de la escasez que con las incineraciones se produzca, llegue a tener un valor igual al de la plata. Cada incineración de papel produce una alza en el, porque reduce su cantidad, y una vez fijada la costumbre de estas amortizaciones, el alza no solamente sería la que le correspondiera por la cantidad incinerada, sitio por el conocimiento de que dichas amortizaciones continuarían, del mismo modo que las emisiones no solamente deprecian el papel por la cantidad emitida, sino por las que se teme o se sabe que se emitirán en lo sucesivo.
Ahora bien: ¿qué diferencia hay entre que el papel-moneda sufra una depreciación a que tenga una alza? Absolutamente ninguna; tantos inconvenientes presenta por los males que ocasiona el hacer bajar artificialmente de valor la moneda como el hacerla subir; pues en el primer caso se perjudica a los acreedores en beneficio de sus deudores, y en el segundo a éstos en beneficio de aquellos. Si A le presta a B $ 1,000, y estos bajan a valer $ 500, cuando B los devuelva, A habrá sufrido una pérdida en provecho de B de $ 500, y suponiendo lo contrario, que los $ 1,000 suban a $ 1,500, entonces cuando B los devuelva, habrá sufrido una pérdida en provecho de A de $ 500; luego para la sociedad, respecto de la cual es como debe considerarse la moneda -porque no se le debe estudiar como perteneciente a tal o cual individuo, sino como objeto que constantemente está circulando y sobre el cual se contraen principalmente las obligaciones a plazo,- para la sociedad, decimos, es igualmente nocivo que la relación entre el valor de la moneda y de los demás productos se altere, ya sea en el sentido del alza, ya en el de la baja.
Siendo la moneda la mercancía que ha de servir para fijar y determinar el valor de todas las demás, una de las condiciones más esenciales que debe tener es la de no estar sujeta a grandes cambios en su valor, sino que este se mantenga lo más fijo que sea posible. Las transacciones a crédito se perturban gravemente cuando la moneda está sujeta a alzar y a bajar en estimación por alteraciones notables en su cantidad circulante, y un encarecimiento de la moneda resulta tan perjudicial para las transacciones como su depreciación. La aplicación del plan produciría una escasez monetaria constante, que induciría al público a pedir que se le pusiera remedio y la medida correría el riesgo de ser derogada antes de que se hubiera concluido la amortización del papel, y, probablemente, corto tiempo después de su adopción, para volver de nuevo a las emisiones.
El objeto que se quiere lograr es el de hacer subir el papel-moneda hasta que alcance como valor efectivo en plata su valor nominal. La amortización sucesiva y el alza consiguiente inclinaría a todo poseedor de papel-moneda a conservarlo, o a no darlo sino por un valor mayor del que hubiera tenido, atendiendo únicamente su cantidad actual, porque se tendría la seguridad de que llegaría a valer más. Consecuencia de esto sería que todo mundo tratara de guardar su dinero, el que cada año valdría mas, lo que disminuiría las transacciones al contado, por restricción de la demanda, y lo mismo sucedería con los préstamos de dinero, puesto que por sí solo y dejándolo ocioso aumentaría el capital en poder de su dueño, y se paralizarían las industrias por escasez de capital circulante.
Estos resultados son tanto más graves si se tiene en cuenta que para hacer igualar el valor del papel-moneda con el de la plata, es decir, hacerlo subir al doble, sería necesario incinerar antes la mitad del papel-moneda en circulación, y si se quiere adoptar la moneda de oro, la incineración tendría que ser de más de las dos terceras partes (10). Cuando se propuso por primera vez esta medida, podía considerársela como aceptable, porque la diferencia entre el valor de la plata y el papel-moneda era pequeña, y la diferencia de valor entre el oro y la plata era todavía menos considerable; pero después la plata ha bajado notablemente y se necesitan $ 350 papel-moneda (11) para pagar $ 100 en oro.

III. -Rechazada por las razones anteriormente expuestas la conversión por la plata, y lo mismo el sistema bimetalista, que concluiría por convertirse en monometalista de plata, es preciso que la conversión se haga por oro, reservando la plata únicamente para la acuñación de las monedas divisionarias, acuñación que debe tener una limitación inalterable. Podemos escoger entre los sistemas monetarios inglés, americano y francés, por ser éstas las naciones que más activo comercio mantienen con nosotros.
El sistema francés ofrece particulares ventajas: nuestras monedas metálicas de oro y plata están ya calcadas sobre el tipo francés, y existe una Convención, conocida con el nombre de Unión Latina, entre varias naciones europeas que han adoptado el sistema francés, a la cual podría Colombia ser admitida, para que ligada así por un pacto internacional, en ningún caso pudiera alterar el sistema monetario adoptado, acuñando moneda de plata en mayor cantidad de la estipulada o con una ley inferior a la adoptada como tipo, porque faltando esta obligación, podría cualquiera de nuestros Gobiernos dedicarse a acuñar moneda de plata, lo mismo que se han dedicado a emitir papel- moneda. Podría obviarse también este peligro conservando el bimetalismo y fijando una nueva relación entre el oro y la plata, como lo ha hecho el Perú; pero esto tendría el inconveniente de que como el precio de la plata no ha llegado todavía a su último límite, pronto tendría un valor inferior al legal, y surgirían todos los males de que hemos hablado y que han sufrido todos aquellos países cuya circulación era bimetalista y que por la fuerza de los hechos se ha convertido en exclusivamente argentífera, de lo cual tenemos numerosos ejemplos.
Adoptado el sistema monetario indicado, se decretaría el peso y la ley que habrían de tener las monedas de oro y las divisionarias de plata de acuerdo con el sistema francés; debiendo tener en cuenta que nuestro peso de oro es el exacto equivalente de la pieza francesa de oro de 5 francos, y nuestro peso de plata el de la pieza de plata de 5 francos.
El sistema monetario francés adoptado por la Unión Latina celebrada en el año de 1865 entre Francia, Italia, Bélgica y Suiza, a la cual se adhirió posteriormente la Grecia, fijó como unidad monetaria el franco. La acuñación de las monedas divisionarias de plata, o sea las inferiores a las de 5 francos, se limitó para cada país, en proporción de su población, a razón de 6 francos por habitante y su ley se redujo de 0.900 a 0.835. Estas monedas son las de 0.20 francos, 0.50 francos, 1 franco y 2 francos; las piezas de 5 francos conservaron la ley de 0.900, y los Gobiernos contratantes resolvieron suspender indefinidamente su acuñación en 1878, hasta nuevo acuerdo sobre el particular. Las monedas de oro tienen la ley de 0,900 y son las siguientes: de 5, 10, 20, 50 y 100 francos; el napoleón o moneda de 20 francos pesa 6g,451 y las demás en la proporción que les corresponde según su valor, así: 5 francos=1,612, 10 francos=3,225, 50 francos=16,129, y 100 francos=32,258. Esta unión fue renovada bajo las mismas condiciones en 1886.
Como la conversión de nuestro actual moneda de papel interesa a todo el país y muy especialmente al comercio, éste debe preocuparse de buscar los medios de facilitar al Gobierno la adopción de las medidas necesarias y asegurar la realización efectiva del plan que se adopte para llevarla a cabo, y es por esto por lo que hemos escogido este tema para nuestra tesis, estudiando el asunto principalmente bajo su aspecto comercial, en cuya solución deben los comerciantes tomar una parte activa, en su carácter de gremio capaz de obrar de acuerdo en su propio servicio y en el del país, y de tratar con el Gobierno sobre sus propios intereses, que en esta parte guardan completa armonía con los intereses de la comunidad en general y los del Estado en particular.
El comercio, por esta circunstancia, debe propender de una manera activa a la conversión del papel-moneda, causa de su malestar actual y de su posible ruina.
Para este fin pueden los comerciantes de toda la República organizarse y formar un sindicado que los represente y que se haría cargo de la conversión por medio de un contrato hecho con el Gobierno, contrato que después sería elevado a ley. Este contacto cutre el comercio y el Gobierno para resolver en mutuo beneficio el arduo problema de la conversión del papel-moneda, contribuiría más que ninguna otra medida a volver la confianza al país, a destruir los temores de trastornos públicos, y viendo el Gobierno en los ciudadanos, ocupados en labores privadas, un auxilio eficaz para salir de las graves dificultades que hoy lo asedian, tendería a ganarse su buena voluntad, y el acuerdo entre la Nación y sus gobernantes, tan necesario para volver la calma y la tranquilidad al país y la confianza en los negocios, aumentaría considerablemente la actividad productiva de los particulares y permitiría la reducción del pie de fuerza v de los gastos militares en la proporción necesaria para dejar libre una parte considerable de las rentas públicas, absorbidas hoy por el Departamento de la Guerra.
El sindicado debe proceder a la averiguación de la relación justa y precisa que tenga el papel-moneda con el oro el día en que se principie la conversión. En la fijación de dicha relación se debe tener un grandísimo cuidado, pues de ello depende que este plan tenga la condición de que nadie se perjudique con la conversión. Para esto debe contar el sindicado con la cooperación de todos los colombianos entendidos en los negocios, especialmente de los notables economistas que tiene el país. Para hacer esta fijación se escogerá un momento en que no haya crisis comercial y el cambio con el Extranjero se mantenga relativamente fijo, siendo sus oscilaciones de pequeña amplitud. Suponiendo que el cambio se fijara, poco más o menos, en el 300 por 100 de valor, cada $ 3 de nuestra actual moneda equivaldrían a 5 francos, y en esa proporción se haría la conversión. Lo mismo sucedería si el cambio adquiriera caracteres de fijeza a una rata más alta o más baja: en la misma proporción se haría la conversión.
Una vez fijada dicha relación -que no tendría porqué variar sensiblemente, puesto que no se volvería a hacer emisiones,- se presentan dos medios de llevar a cabo la conversión con la renta que se destine a tal fin, y que debe ser recaudada íntegramente por el sindicado;
1°. Guardar el producto de la renta que se vaya recaudando hasta el momento en que haya una cantidad en oro suficiente para hacer la conversión íntegra. Creemos que no debe escogerse este medio porque la acumulación indefinida de una cantidad considerable de oro podría ser ocasión de tentaciones para aplicarlo a otros gastos distintos de la conversión, lo que daría por resultado que esta nunca se llevaría a cabo. Además, ese dinero así acumulado haría falta a la producción, quedando ocioso inútilmente.
2°. Acuñar, a medida que se recaude la renta, la moneda de oro y la de plata, para ir ejecutando paulatinamente y en la relación previamente fijada, el cambio de ellas por papel-moneda, que sería incinerado, y continuar así hasta dar fin a la conversión íntegra del papel-moneda circulante.
Este segundo medio presenta la conveniencia de que el oro y la plata entrarían en la circulación desde las primeras recaudaciones que se hicieran de la renta, y empezarían a sentirse las ventajas de tener la moneda universal, aun cuando apenas se hubiera dado principio a la amortización.
No habría entonces ninguna causa para que el papel alterara notablemente su valor con relación a la moneda metálica, la que saldría del país cuando hubiera abundancia de numerario, y vendría del Extranjero cuando hubiera escasez, y se establecería así la circulación del oro y el billete, como estaba establecida entre nosotros la circulación del oro y de la plata antiguamente; y así como entonces el oro servía de preferencia de moneda en los cambios internacionales, sin estar excluido de los interiores, y la mayoría de la circulación en el país era de plata, ahora el primero nos serviría para las transacciones con el Exterior, mientras que la circulación interior sería principalmente de papel-moneda, que iría pasando a ser metálica a medida que fueran ejecutándose nuevas conversiones.
Como la moneda de papel existente sería entonces menor de la requerida por las transacciones interiores, no habría riesgo ninguno de que llegara a depreciarse. Para impedir que la moneda metálica se fuera al Extranjero al principiar a circular, sin ser necesario, se podría poner un tanto por ciento de los derechos de importación pagaderos en ella, tanto por ciento que se aumentaría en la misma proporción que las amortizaciones, aun cuando el peligro de que la moneda metálica saliera del país se iría haciendo menor a medida que aumentara la acuñación, porque la cantidad de papel-moneda iría disminuyendo y siendo cada vez más insuficiente para atender con ella a todas las transacciones dentro del país.
Por medio del contrato investiría el Gobierno al sindicado de los poderes necesarios, dándole la recaudación de la renta y dictando las medidas conducentes a la ejecución de la obra que le encomendaba. En dicho contrato estarían consignados los pesos, las leyes y los nombres (12) de las monedas que se hubieran de acuñar y la proporción en que se acuñarían los distintas tipos la determinarían prácticamente las necesidades de la circulación. Si las piezas de 0,50 céntimos, o sea de un real, fueran las más solicitadas, las inmediatas acuñaciones se harían en esta moneda, y lo mismo decimos de las otras.
Las ventajas que de este medio de ejecución se derivarían serían muy grandes, tanto para el Gobierno como para el país, pues para que este plan se pueda llevar a cabo se necesita que no haya ni el menor riesgo de que se emita más papel-moneda, a lo cual el Gobierno se comprometería, como hemos dicho, ofreciendo el comercio en cambio facilitarle dinero con condiciones equitativas cuando le hiciera falta, siempre que no proviniera dicha necesidad de despilfarros administrativos; y así el Gobierno quedaría libre de los préstamos de particulares, quienes aprovechan su estado de penuria para, imponerle condiciones demasiado onerosas que tiene necesidad de aceptar, agravando cada vez más su pésima situación fiscal. Al Gobierno no le convendría entonces violar su compromiso en ninguna situación, por angustiosa que fuera.
Por los datos contenidos en el cuadro que hemos insertado, podemos suponer que la circulación total de papel-moneda es de $ 40.000,000, poco más o menos, a los que deben agregarse unos $ 2.000,000 en moneda de plata antigua, lo que da un total de $ 42.000,000, que para ser cambiados en la relación de 350 por 100, se necesitan $ 12.000,000 en oro.
Respecto de la moneda de plata de 0,835, teniendo esta un valor intrínseco mayor que el valor del papel, es casi seguro que no se presentaría a la conversión, lo que disminuiría en algunos cientos de miles la suma total de moneda actual que hubiera necesidad de convertir. En caso de que fuera preciso recogerla, se pagaría por su valor intrínseco aumentado en un tanto por ciento equitativo para que los tenedores no sufrieran pérdida ni tuvieran ganancia en la operación. A la moneda de níquel, ya sea que se cambie por una nueva, ya que se le deje en circulación con su valor fraccionario con relación al peso de papel, debe dársele un carácter tan estrictamente fiduciario como sea posible, para lo cual se cumplirán fielmente las disposiciones del Código Fiscal sobre dicha moneda.
Como a razón de 6 francos por habitante nos corresponderían de 25.000,000 a 30.000,000 de francos (13), o sea $ 5 a $ 6.000,000, poco más o menos, y al precio actual de $ 0,40 oro, los 25 gramos de 0,835 costarían $ 2.200,000, término medio, que con los gastos de acuñación y de introducción calculados en $ 300,000, serían $ 2.500,000. Deduciendo del total de $ 12.000,000 los $ 5.500,000 en que hemos calculado la acuñación de la plata, nos quedan $ 6.500,000, a los cuales hay que agregar los $ 2.500,000 que cuesta la plata y su acuñación, y la operación total de la conversión no costaría, en la proporción que hemos supuesto de 3,5 por 1, sino unos $ 9.000,000, oro, haciéndose una economía de $ 3.000,000, oro.
La conversión podría llevarse a cabo sin cargarnos con descuentos de empréstitos y sin alterar notablemente nuestro mercado monetario, esto es, conservando en toda la operación una normalidad mayor de la que por ningún otro medio de los que han sido propuestos hasta ahora, pudiera obtenerse, y con menos gravamen para el Tesoro y para los particulares. Por este sistema se respetan, mejor que por ningún otro, los opuestos intereses de acreedores y deudores, puesto que no puede alterar de modo sensible el monto de las obligaciones exigibles ni de las que estén por vencer.
Junio de 1899.

Notas
(1) Lavasseur. “Précis d’ Economie Politique”.
(2) Leroy Beaulieu. “Précis d’ Economie Politique”.
(3) P. Beauregard. “Eléments d’ Economie Politique”.
(4) Stuart Mill. “Principles of Political Economy”.
(5) De 5 francos, principalmente
(6) “Finanzas regenerativas. 1892”. –M. Garcés.
(7) $ 2.831,000.
(8) “L’Economiste Français”. M. Samper. Regulación del sistema monetario.
(9) Pérdida total, 266-35 + 400 intereses=666-35.
(10) Hoy ¾ por estar el cambio al 400 por 100.
(11) Hoy $ 400.
(12) A la moneda de 5 francos se puede conservar su nombre colombiano de peso, con el objeto de que, a voluntad, cada cual pueda llevar sus cuentas por pesos o por francos; para esto puede conservarse la denominación de centavo para indicar la centésima parte de un peso, y la de céntimo se reservaría para indicar la centésima parte de un franco. Una vez hecho el cambio del sistema monetario en la relación fijada, quedarán tres unidades monetarias de cuenta reducibles una a otra por una relación fija: el peso de papel, unidad de cuenta antigua, el peso de oro y el franco, unidades de cuenta nuevas.
(13) Suponiendo que Colombia tenga de 4½ a 5 millones de habitantes.