jueves, 20 de septiembre de 2012

Contradicciones del relativismo epistémico


Jaime Luis Zapata


Hoy en día está de moda el relativismo, la idea de que no existen verdades objetivas sobre la belleza, el bien, la justicia, la cultura, etc. En este texto me dedicaré a mencionar algunas contradicciones en que cae o tiene que caer una versión especial de ese relativismo, y que me parece la más importante de todas: el relativismo sobre la verdad o relativismo epistémico.

Podemos definir este relativismo de la forma como lo hace John Searle: “El relativismo es la teoría de que la verdad (o falsedad) de cualquier proposición es siempre relativa a ciertos tipos de actitudes sicológicas de parte de la persona que afirma, cree o de alguna manera juzga la verdad de la proposición.”

De inmediato nos encontramos con un problema. Es imposible, siguiendo el relativismo, dar una definición sobre cualquier cosa, ya que una definición implica una verdad sobre lo que algo es. Una definición del relativismo epistémico implicaría una verdad sobre lo que es el relativismo epistémico; definir este relativismo sería imposible sin a la vez formular un postulado que pretende ser objetivamente verdadero.

El paso siguiente sería afirmar que esa definición es tan válida como la definición que asigna a la verdad un valor objetivo y absoluto, es decir, una definición diferente implicaría afirmar que el relativismo epistémico es todo lo contrario: objetividad; el relativismo epistémico sería tanto considerar a la verdad como un postulado absoluto como considerarla como un postulado relativo, ya que cada quien tendría su definición o “verdad” sobre lo que es el relativismo. Esto es una contradicción evidente, pues una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo, y desde que se acepte la posibilidad de la verdad ya se renuncia al relativismo epistémico totalmente. “La verdad es indivisible”, decía Franz Kafka.

Ahora bien, incluso en el caso de que se afirmara que el relativismo es tanto sostener la relatividad de la verdad como al mismo tiempo afirmar su objetividad, dicha afirmación sería ella misma una definición que abarcaría a las dos definiciones previas, una definición sobre lo que es, en todo caso, el relativismo.

Si avanzamos más en este camino podríamos llegar a esta proposición: “la afirmación que dice que el relativismo es sostener al mismo tiempo la relatividad y objetividad de la verdad es igual a la definición que afirma que el relativismo es y no es sostener al mismo tiempo la relatividad y objetividad de la verdad.” A partir de aquí se puede ver que este tipo de discurso daría para entrar en un regreso al infinito, lo cual es una falacia lógica.

John Searle hace una objeción muy importante a este tipo de relativismo. Sostener la relatividad de una afirmación que tenga pretensiones de verdad implica hablar de algo existente, de algo que ya se dio o se está dando. Por ejemplo, si yo digo que “la afirmación ir a pie es más lento que ir en automóvil es una afirmación relativa” estoy ya presuponiendo no solo que existió o existe dicha afirmación, sino que existe algo que llamamos ir en automóvil y algo que llamamos ir a pie, y mal haría en negar algo cuyo nombre hace parte de mi afirmación relativista, y que por tanto, acepto como dado y existente, esto es, el ir en automóvil y el ir a pie. Por esto dice Searle: "Creo que la situación con el relativismo es mucho peor que lo que los relativistas o alguien más han dicho. El problema no es que simplemente no se puede sostener de manera coherente el relativismo, el problema es que si eres un relativista consistente no puedes sostener coherentemente nada."

Por último, la crítica más clásica que se le hace al relativismo es la que se encuentra en Platón y que dice más o menos así: sostener el relativismo en la forma “no existe la verdad” es una contradicción. Si se afirma “la verdad no existe” esto mismo es una verdad, invalidándose así el postulado.

Una consecuencia de este relativismo es que la comunicación se hace imposible. Llegando yo a una verdad no habría razón para que otro la acepte, a menos que dé argumentos de por qué creo que eso sea verdad por lo menos para mí. En este caso podría llegarse a un consenso intersubjetivo, donde los sujetos implicados acepten una proposición de verdad pronunciada por algún otro sujeto. No obstante, si se quisiera comunicar el que estas personas llegaron a un acuerdo, sería imposible llevar a cabo esa comunicación sin al mismo tiempo decir una verdad: la verdad de que se ha llegado a un consenso. Esto, a menos que se quiera pasar a afirmar algo como “llegamos a un consenso de que llegamos a un consenso”; esto es, los sujetos estuvieron de acuerdo en que estuvieron de acuerdo. A esta conclusión se llegaría si se aceptara el subjetivismo de la verdad, es decir que la verdad es producida por los sujetos y no le antecede a ellos. De aquí se deriva otro regreso al infinito.

Otra consecuencia es que se hace imposible, ya que no hay posibilidad de comunicación, que las diversas sociedades aprendan unas de otras para mejorar el bienestar de su población. Elementos como el Estado de Derecho, la propiedad privada, la libertad de expresión, la tecnología o la medicina serían imposibles de adoptar, a menos que uno acepte la verdad respectiva de estos elementos. Seguirían existiendo o incluso proliferarían el chamanismo, la magia, la superstición, los tabúes, etc, ya que este tipo de conocimiento no sería menos digno de verdad que el derivado del método científico.

La única salida a estos dilemas, tautologías y contradicciones del relativismo epistémico, sería, entonces, escribir a lo posmoderno: tratar de obviar que existe algo así como las reglas discursivas entre las cuales la más importante es el principio de no contradicción. De este modo, se elude la responsabilidad frente al examen de la razón, y lo más probable es que termine uno dando clases de deconstrucción o biopolítica en alguna universidad.

Bibliografía
Searle, John. “Refutation of Relativism”. Sin publicar.

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